Palabras pronunciadas por Ignacio Martínez en el III Encuentro nacional de Escritores y Escritoras realizado el viernes 9 de octubre 2014
Buenos días para todas y todos. Hemos sido convocados para exponer en unos 15 minutos nuestros puntos de vista sobre el Derecho del Autor y sobre la Ley del Artista. Lo intentaré.
El Derecho de Autor es un tema que preocupa y ocupa a grandes sectores de la humanidad. Ya desde hace siglos, en tiempos del mecenazgo, que también era una suerte de derecho de autor, los artistas y sus mecenas se ocupaban de este derecho…
¿Derecho? Sí.
Derecho de percibir un reconocimiento de autoría por la obra producida.
Derecho de proteger esa misma obra en todos sus aspectos de realización, su origen, el tiempo y el lugar donde fue realizada, con toda la verdad sobre su progenitor.
Derecho a percibir, como cualquier trabajador, su salario, como en los tiempos de la antigua Roma, de donde viene el término “salarium”; el pago en sal para preservar la comida que alimentará al creador, para poder vivir y seguir creando. En fin…
Escribió Rodó:
“… Rota y aventada la máscara de cal, se descubrió, en lugar del nombre del príncipe, (como recordarán, Tolomeo) el de Sóstrato, en gruesos caracteres, abiertos con aquel encarnizamiento que el deseo pone en la realización de lo prohibido. Y la inscripción vindicadora duró cuanto el mismo monumento; firme como la justicia y la verdad…” (de El Faro de Alejandría, de José Enrique Rodó, escrito a principios del Siglo XX, en referencia a la famosa construcción realizada en el siglo III antes de Cristo) ¡Si tendrá tiempo el derecho de autor en todas sus acepciones!
Los creadores artísticos somos, o mejor dicho, debemos ser concebidos como trabajadores independientes al servicio de la educación y la cultura de nuestro pueblo, como cualquier otro trabajador en relación de dependencia o no, que también está al servicio del bienestar de nuestro pueblo en todas las facetas de la vida humana. Ni más ni menos; todos dignos en sus respectivos oficios.
En tal sentido, así como existen normas que rigen el salario de los trabajadores, debería existir una ley que respaldara los porcentajes para la creación artística, acordados, por qué no, hasta en Consejos de Salario.
En el mundo de las letras hay editoriales que remuneran mensualmente, otras que lo hacen cada 6 meses, muchas que dicen en sus contratos que se abonará según la cantidad de libros vendidos ¡y cobrados! Y esto último, si lo cobran o no, no debería concernir al autor, pero, en fin…
La defensa del Derecho de Autor debe ser colectiva. En ese sentido es fundamental tener asociaciones y alentarlas en su conformación y fortalecimiento.
Cuando hablamos de Derecho, no nos referimos exclusivamente a las partidas de dinero, sino a la cobertura social universal, a su respaldo asistencial, a la procura de su jubilación (¡No de su pasividad y mucho menos de su retiro!)
Y todo esto del Derecho de Autor, amigas y amigos, no está, no debe estar en contradicción con el acceso universal a la cultura.
Nosotros saludamos, por ejemplo el concepto de Dominio Público y el hecho, por ejemplo, de que los dineros recibidos por él se destinen a COFONTE y a FONAM. ¡Ojalá pudiéramos tener partidas de este tipo para destinarlos a ediciones de libros!
Sin embargo creemos que el acceso universal a la cultura debe empezar por un concepto esencial: así como la salud, por ejemplo, no debe serlo, la cultura tampoco debe ser considerada una mercancía, un objeto determinado por el mercado. Así como todos los que trabajan en la salud deben recibir su justa remuneración, quienes trabajamos en la cultura también la debemos percibir. Y ambos derechos, salud y cultura, deben ser de acceso universal y sin restricciones.
El Mismo Ministerio de Educación y Cultura nos amplía con absoluta claridad. Dice: “Existe una gran vinculación entre el derecho de autor y los Derechos Humanos, ya que las creaciones son producto del intelecto humano…”
Más adelante, este mismo Ministerio nos dice: “La educación y la cultura y el derecho de autor se encuentran en una estrecha vinculación. El equilibrio armónico entre unos y otros debe ser garantizado.”
Entonces con respecto al acceso universal a la cultura comencemos por avanzar y alentar políticas claras de inversión. Busquemos acotar al máximo la especulación y la comercialización que hacen al enriquecimiento de los intermediarios y muchas veces también a la fama y el despilfarro de la mediocridad vendible, comercializable y, sobre todo, capaz de fomentar políticas culturales que idiotizan. Parafraseando a Federico, luchamos por una cultura que nos dé alas y no pezuñas.
En esa preocupación legítima del derecho al acceso universal a la cultura, no hay, no debe haber contradicción con el legítimo derecho de autor.
La ley 17.616 ¡de diciembre de 1937! es clarísima: “El derecho de propiedad intelectual sobre las obras protegidas en esta ley comprende la facultad exclusiva del autor de enajenar, reproducir, distribuir, publicar, traducir, adaptar, transformar, comunicar o poner a disposición del público las mismas, en cualquier forma o procedimiento.”
¿Hay que avanzar y mejorar? Sí. ¿Hay que hacer excepciones precisas? Sí. Debemos pensar en promover las obras para las personas ciegas o de baja visión. Debemos avanzar en el acceso de los niños y todo el sistema educativo formal e informal a bienes culturales. Debemos pensar en cómo reeditar trabajos agotados o de los cuales hay sólo un ejemplar. Debemos seguir estudiando todo el asunto de la digitalización y en ese sentido hago especial hincapié en la experiencia formidable de la Biblioteca Ceibalita que adquirió los PDF de libros de autores nacionales en condiciones excepcionales, muy beneficiosas para los autores, para las editoriales y fundamentalmente para cientos de miles de niños, niñas y adolescentes.
De todas maneras hago un llamado de alerta. La globalización muchas veces es el término moderno de otros más terribles como el de dominación o enajenación. La globalización de la información, pero controlada desde centros de poder, está teñida de intereses muchas veces contrarios a los de los pueblos.
Admiro los avances tecnológicos. Creo que son parte de una revolución a escala planetaria. Pero cuidado. También fue maravillosa la teoría de la redondez de la tierra y los avances de la navegar hacia occidente, y aquella revolución del conocimiento, iniciada un 12 de octubre, todos sabemos hacia dónde derivó.
La máquina que sustituye, digamos, a 10 obreros, no debe concebirse para que haya 10 desocupados, sino 10 personas con más tiempo para el ocio productivo, el esparcimiento y el crecimiento de su espiritualidad.
En resumen.
Derecho de Autor versus acceso Universal a la Cultura es una peligrosa y mentirosa contradicción.
El autor de bienes culturales es un trabajador de la cultura como cualquier otro trabajador, y como tal debe ser concebido y amparado socialmente.
Debemos avanzar en ámbitos colectivos para profundizar estos temas como ya lo hemos hecho auspiciando la intergremial de las artes.
Hay que fortalecer el Consejo de Derechos de Autor.
Hay que abordar los alcances y los límites de los Creative Commons, a los cuales, ya desde el principio, yo preferiría llamarles Bienes Comunes Creativos.
También debemos analizar la relación con el copyright ¡del que hemos estado hablando hacer rato como derecho de autor! ¡Oh bendito idioma castellano!
En todo esto tendremos que avanzar.
Uno de los avances que precisamente tenemos que producir en el próximo período inmediato, es lo relacionado con la Ley del Artista 18.384.
Como todos sabrán, entró al Parlamento en el año 2007, se promulgó en el 2008 y está reglamentada desde el 2010.
Un primer concepto es que la ley abarca artistas en movimiento, es decir aquellos que trabajan en un escenario, básicamente artistas de la danza, del teatro y la música, más oficios conexos de carácter abierto para nuevas incorporaciones que se vayan registrando.
Otro concepto es el de garantizar la previsión social en base a las contrapartidas que el artista declare y demuestre, como cualquier trabajador.
Esas contrapartidas, en términos generales, tienen como aspecto central la puesta en público de dicho trabajo y, por ende, el aporte del trabajador se hará cuando éste cobre.
El arduo tema de los ensayos, si no estoy desinformado, en el caso de los artistas comprendidos en la ley, ha sido reglamentado a través de un decreto que regula el artículo 11, válido para 1800 artista aproximadamente, de los cuales un 20% anda entre los 20 y 30 años, un 55% entre 31 y 60 años, y un 26% supera los 60 años. Ese decreto reglamentario reconoce los ensayos como parte del trabajo y por ende, como parte de lo que el BPS debe amparar en relación a los beneficios para el trabajador de la cultura.
Ahora bien, ¿qué áreas debemos profundizar?, ¿qué cosas debemos mejorar?
En primerísimo lugar, debemos avanzar significativamente en la incorporación de otros artistas: escritores, plásticos, artesanos, pero ¡cuidado!, ¡que nos auxilia la sensatez, queridos amigos y amigas, y pongámonos a trabajar también nosotros!
No podemos esperar que el Estado nos resuelva cómo integrarnos. No podemos esperar que desde la Dirección Nacional de Cultura nos hagan una propuesta de cómo debemos evaluar el tiempo de trabajo para elaborar un haiku o escribir una novela de 500 páginas; cómo medimos el tiempo para hacer un óleo, con un punto rojo, sobre una tela blanca, o cuánto tiempo invertimos en una xilografía hecha en un taco de un metro cuadrado, utilizando diez gubias.
También debemos avanzar en reglamentaciones que se aproximen al concepto de ensayo, pero ya no como en el teatro, sino en relación directa a los ensayos de otras artes que, singularmente hablando, no son lo mismo en la danza o en la música o en otra actividad artística.
Tal vez, incluso, podríamos avanzar en la fijación de tiempo ficto o en una cifra mínima ficta para aportar al fondo de retiro. Podríamos avanzar en la conformación de cooperativas gestoras de los cobros o, eventualmente, también las unipersonales que así lo faciliten.
Y todo esto desde el trabajo colectivo que significan los gremios como AGADU, la Casa de los Escritores, SUA, FUDEM y otros ya conformados y los que habrá que formar, juntos con la sociedad civil organizada.
La Comisión Certificadora debería tender a simplificar los trámites y las exigencias para integrar el Registro del Artista que funciona en el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, procurando abarcar a la mayor cantidad posible de trabajadores que les permita el acceso a la seguridad social, a las asignaciones familiares, a la cobertura asistencial propia y de sus hijos.
Deberíamos incrementar la difusión de toda esta información acerca de los procedimientos y requisitos para la inscripción en todo el país, permitiendo el acceso a ella aún en los rincones más lejanos de Uruguay.
Hoy hemos constatado que aún en el mismo BPS falta información y preparación para los funcionarios para que informen correctamente, conozcan al dedillo esta ley y sepan asesorar a todo aquel que se acerca, particularmente para quienes ya está corriendo el régimen jubilatorio.
Finalmente, tanto para los temas relacionados con el Derecho de Autor, como para la Ley del Artista, no podemos pedirle a la Convención de Berna de 1889 que nos resuelva las cosas. Ni siquiera debemos pedirle al Director del BPS o al Ministro de Trabajo o al Ministro de Educación y Cultura, que nos resuelva todo lo que tenemos aún por resolver.
Hago un llamamiento desde este ateneo a tomar las riendas del asunto, reunirnos, analizar, poner sobre la mesa los pro y los contra, lo que falta por hacer y lo que hay que corregir, para hacer propuestas concretas sobre cada uno de los dos temas que nos han convocado hoy. Debemos hacerlo con honestidad intelectual, asumiendo lo que podemos, lo que sabemos, lo que debemos hacer y lo que no; con la decisión de protagonizar nuestras propias vidas como trabajadores de la cultura y los derechos y obligaciones que nos asisten.
Así lo hemos entendido hace más de 5 años, cuando fallecía nuestro querido Benedetti y fundábamos el Departamento de Cultura de los trabajadores en el marco de nuestro PIT-CNT. Para nosotros la mejor forma de homenajearlo era de esa manera.
Para nosotros, la mejor forma de construir un país realmente progresista, popular, democrático y participativo, es haciendo eventos como este, abocándonos a trabajar con seriedad, humildad, fraternidad y conocimiento, sin perder nunca la creatividad y el espíritu colectivo, como lo hicimos el pasado 20 de setiembre, en el sindicato de FUNSA, hoy transformado en Centro Cultural Latinoamericano, con la valiosa presencia de decenas de hombres y mujeres, y la igualmente valiosa presencia y el aporte del Ministro Ehrlich, el director Achugar y el Rector Markarián con quienes analizamos muchos de estos temas relacionados con la cultura.
A todos los que han tenido la paciencia de escucharme, muchas gracias.