Si no me encuentras enseguida
no te desanimes;
si no estoy en aquel sitio,
búscame en otro.
Te espero…
En algún sitio estoy esperándote
(Walt Whitman “Canto a mí mismo” traducción de León Felipe)
El pueblo uruguayo y los pueblos de América debemos un reconocimiento imperecedero a Eduardo Galeano, hijo de estas tierras y de estos vientos. Su obra esparce claridad sobre las sombras centenarias de nuestro continente. Sus palabras sencillas y contundentes, llenas de poesía, abren puertas y oídos. Las irrefutables argumentaciones que arrojan sus investigaciones nos permiten ver y entender, mientras los señores de la dominación hacen esfuerzos para que no veamos ni entendamos.
Este latinoamericano gigante de las letras representa a las grandes mayorías del mundo. Desde los pueblos originales de nuestro continente, hasta las generaciones más recientes, sentimos el mayor agradecimiento a su obra y a su consecuencia, que alimentan las mejores partes de nuestra condición humana.
Como él mismo nos dice, somos hijos de los días, porque cada día tiene una historia y nosotros somos las historias que vivimos… hoy vivimos la historia de construir un mundo nuevo.
De esa historia, de estos días, Eduardo Galeano es uno de los mejores hijos que ha dado nuestra América, a quien debemos el más sentido de los homenajes.