Este libro recupera la peripecia de una madre y una hija de desaparecidos, la búsqueda de la verdad. Es un testimonio íntimo ofrecido en diálogo con el autor y a través de las páginas de un diario íntimo, allí emerge el tesón de un ser humano por recuperar a una nieta y encontrar el destino final de una hija.
La búsqueda incuestionable, necesaria, poseedora de todos los argumentos del mundo, eso nadie lo puso en duda jamás, pero tuvo que cargar con el peso de preguntas de este tenor: «¿Qué es mejor, sentirlos desaparecidos o saberlos muertos?»
A los que permanecieron de este lado, como Olga, solo les quedó seguir los nuevos caminos que se abrían para reconstruir lo sucedido con los desaparecidos, pedacito a pedacito, palabra por palabra, para devolverles la existencia en algún lugar donde prevaleciera la Justicia, o en algunas
páginas donde nuevas miradas los hallaran, o al menos como recuerdo.
Yo siempre creí firmemente que cuando viniera la democracia iba a tener la verdad, que mis hijos iban a ser reclamados por ese gobierno democrático y que iban a volver.
Si siguen desaparecidos, dice Soledad, en algún lugarcito remoto del alma una abriga la esperanza de encontrarlos.